Cenas ligeras, frescas y sencillas para el verano


Hoy os quiero hablar del pan blanco. Se trata de un alimento muy habitual en nuestra cultura gastronómica y últimamente no tiene muy buena fama.

Cenas ligeras, frescas y sencillas para el verano

La cena es una de las ingestas que más tenemos que vigilar y sin embargo es una de las que menos cuidamos.


Hoy os quiero hablar del pan blanco. Se trata de un alimento muy habitual en nuestra cultura gastronómica y últimamente no tiene muy buena fama. A menudo pensamos que esto es porque «dicen que engorda», porque «está muy adulterado», pero ¿que hay de verdad en todo esto?. Es importante tener las ideas claras y no moverse por modas, el pan actual ha cambiado y tenemos que saberlo. Además es importante tener muy claro que los alimentos refinados NO NUTREN en condiciones y que tenemos multitud de alternativas más completas, más naturales y mucho más nutritivas que son más saludables. El pan integral, biológico y elaborado de manera artesanal es un alimento sano, pero hoy vamos a hablar de manera muy concisa del pan blanco que encontramos habitualmente en el supermercado: Las harinas blancas están desprovistas de nutrientes (vitaminas, minerales, fibra y ácidos grasos esenciales). El pan blanco sacia y nutre menos. Las harinas blancas son harinas ricas en almidón y su ingesta provoca una subida de glucosa en sangre desproporcionada. Su consumo diario se relaciona con el aumento de peso y la resistencia a la insulina. La industrialización de la elaboración del pan hace que se pueda producir mucho pan en muy poco tiempo. Antes el pan solo se elaboraba en tahonas y su elaboración requería de un tiempo determinado. Los nuevos métodos de elaboración requieren de aditivos químicos para poder conseguir la textura, aroma y sabor de los panes tradicionales. La elaboración industrial del pan nos llevó a necesitar una producción mucho mayor de trigo, con lo que se empezaron a cultivar con semillas de trigo transgénicas o hibridas para poder responder a la gran demanda de trigo. Estos nuevos “trigos” son más difíciles de digerir. La levadura utilizada para el pan industrial poco tiene que ver con la levadura madre utilizada en las tahonas. Esta se producía con la simple fermentación de la masa de harina con el agua. Ahora se utilizan levaduras químicas procedentes de cultivos con sulfatos y polifosfatos. A parte de que las materias primas utilizadas son de poca calidad, se le añaden multitud de aditivos químicos con distintas funciones: aumentar la esponjosidad, mayor periodo de conservación, aromatizar, blanquear la harina o darle más sabor. En 1992 fue prohibido el bromato de potasio, muy utilizado en la industria del pan para conseguir más esponjosidad a pesar de la mala calidad de sus ingredientes. Otro de los problemas que tenemos con el pan, es que es un producto que normalmente se comercializa sin empaquetar. No lleva ningún tipo de etiqueta que nos informe de los componentes que se han utilizado en su elaboración. Se han estudiado panes de distintas panaderías en diversos laboratorios y en la gran mayoría se encuentran aditivos y compuestos que no son ingredientes básicos para su elaboración. Muchas veces contienen algún componente lácteo, algo que es un problema para las personas intolerantes. En los envasados se utiliza la palabra “complementos panarios” sin especificar cuales son. Los plásticos que envuelven los panes también son poco recomendables. En ocasiones se venden listos para hornear y al calentar estos plásticos este libera sustancias tóxicas para nosotros que se comportan como disrruptores endocrinos, como el bisfenol A. En el tostado del pan precocinado se forma una sustancia llamada acrilamida, que se considera cancerígena. Os animo a consumir panes integrales de calidad y disfrutarlo al máximo, es un autentico manjar.